Dejemos de lado el debate entre quienes hablan de inseguridad y los que prefieren referirse a la "sensación" de inseguridad. Concedamos que ciertamente estamos asistiendo a un periodo en el que se ha dado un incremento de cierto tipo de delitos que podríamos denominar, violentos. En ese caso, debemos intentar desentrañar las causas que llevan a esa situación.
Al respecto no suele haber demasiadas dudas acerca de la importancia que adquiere, en nuestra sociedad, la desigual distribución de la riqueza. Tanto los que proponen penas cada vez mas duras, e incluso la pena de muerte, como los que plantean un abordaje mas profundo que no se quede en el mero castigo aceptan mayormente esa causalidad. Por suerte ya no quedan muchos que le otorguen importancia a cuestiones genéticas, al estilo positivista.
Por lo tanto un razonamiento correcto debería llevarnos a que hay cierto consenso (palabra muy bastardeada hoy día) en torno de medidas redistributivas que paulatinamente tiendan a reducir la desigualdad. Sin embargo la realidad es algo mas compleja y nos suele mostrar que algunos individuos se encuentran inmersos en una profunda contradicción. Pues a la vez que se cuestiona el supuesto incremento de algunos tipos de delitos (según dicen los medios que, casualmente, son los que se sienten mas perjudicados por la nueva Ley de Servicios Audiovisuales), tienden a caracterizar peyorativamente cualquier intento de participación del Estado que no sea para garantizar los intereses de los sectores dominantes.
Es que quizá debamos ir un poco mas allá, atrasando algo así como unos 15 años. Digamos que a mediados del 2º gobierno de Carlos Saul los índices de desocupación comienzan a dispararse, triplicando la media desde la recuperación democrática, afectando sobre todo a los jóvenes menores de 24 años, particularmente en la provincia de Buenos Aires.
Digamos también que muchos de esos jovenes comienzan a sentirse excluídos y que lo seguirán estando durante muchos, muchos años.
Digamos que muy probablemente esos jovenes no hayan tenido la suerte de generaciones anteriores, de ver a sus padres ejercer una cultura del trabajo que les permitiera mejorar su situación social (ascenso le decían).
Digamos que, tantos años despues esos jovenes no se encuentran en las mejores condiciones de incorporarse al mercado laboral,aun cuando exista demanda de fuerza de trabajo.
Digamos, para terminar pero sin agotar toda la lista de digamos, que sucede que en muchas zonas y en un radio bastante reducido podemos ver la manifestación material y simbólica de esa desigualdad en forma bastante brutal (basta andar un rato por el partido de San Isidro).
Dejemos que la imaginación haga el resto.
Es evidente que la solución no se dará en el corto plazo, pero es seguro que sin la participación firme del Estado en pos de reducir la brecha existente a nivel social esa solución nunca llegará. Como dice Artemio en el enlace de arriba, esos jovenes "Ya no son las víctimas de un sistema social injusto... más bien , diría que hasta se entretienen victimizando al orden social injusto".
Mientras se siga cuestionando el papel del Estado mas allá de las políticas represivas del delito, las quejas ante el incremento de este no serán mas que eso. Y llegaremos a la conclusión que los mismos que en los 90 festejaron el incumplimiento de parte del Estado de sus obligaciones para engrosar sus cuentas bancarias, son los que hoy piden mas represión de parte de ese mismo Estado a fin de disfrutar de aquello que lograron gracias al empobrecimiento y la exclusión de muchos mas.
2 comentarios:
Son muchos los puntos de discusion a los cuales podes enfocar para desifrar el tema de "la inseguridad" y mas los de la Injusticia Social, fijate que implementaron una sociedad miedosa el genocidio de los milicos tambien forma parte de esta maldita domesticacion que lleva a pelear al que vive en la calle de tierra con el que vive en la calle de cemento. Pero en fin hay que seguir batallando... te felicito por tu blog, si tenes tiempo pasa por el mio y sumate.Abrazo OMAR
En definitiva, cuaquiera de los enfoques que se tomen en consideración para analizar la inseguridad o cualquier otro síntoma de la desigualdad, termina por caer en nuestro bendito sistema capitalista.
Parece una verdad de perogrullo el hecho de que, si consentimos (desde ya, no elegimos) vivir en este sistema y bajo las reglas de la democracia (su sistema político), sea el Estado el regulador "natural" de las relaciones sociales, de por sí, desiguales; de otro modo, qué otra función distintiva tiene? Ninguna, por supuesto.
Otro contradicción interesante para remarcar es la desigualdad que promueve el sistema económico y la "igualdad" que pregona su emergente político.
Son tan obvios los fundamentos de la necesidad de la intervención del Estado que me obliga a desconfiar del tan mentado "sentido común" (Gramsci me cagaría a trompadas).
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